Aquí se puede ver a traseúntes inesperados, las parejas amancebadas en el Malecón Grau, un loco que le canta al mar, y escuchar a la vez la voz poética de mi amigo el editor y poeta Ricardo Ayllón, quien da sus impresiones de lo que le provoca estar en ese lugar:
En pleno muelle Gildemeister al atardecer se puede ver una vez más las barquitas artesanales que llegan al puerto y zarpan del mismo, en ese panorama se puede apreciar e interactuar con los pelícanos, aves guaneras que vuelan entre la isla y el muelle; al otro lado descolla el inmenso Cerro de la Paz que en sus faldas aloja al Parque de la Juventud, la Iglesia Catacumbas y una Estatua de San Pedro, patrono de Chimbote y la Cruz:
Es verdad, el puerto de Chimbote no es sólo su proceloso mar, la bahía del Ferrol, el ancestral muelle, sus pintorescos pescadores, la vida silvestre de los graciosos pelícanos y las gaviotas, es sobre todo una ciudad que -a tan solo 432 kilómetros al norte de Lima- es una de las zonas geográficas más bellas del litoral peruano.
Imposible evitar filmar la conmovedora retirada al caer de la tarde bajo el sonido cálido de las olas: mujeres vendedoras que se retiran a sus casas y hombres que recién llegan para adentrarse en el mar e inicar sus labores de pesca:
En plena Panamericana Norte, a cada lado de la misma, soportando el raudo paso de los autobuses interprovinciales, yendo de Chimbote a Nuevo Chimbote existe una zona que se llama Los pantanos de Villa María, pasando ello (por la Avenida Pardo que da a la Avenida Pacífico) se llega a Nuevo Chimbote, donde nos recibe su plaza mayor que alberga a su catedral. Aquí una toma de la misma, frente a la cual converso unos segundos con Paula, mi madre: